4/1/10

Muy vintage

Y lo que no es vintage no mola, ahora ya, casi como norma. Iba a decir que se daba más dentro de mi ámbito, eso del amor por los objetos hechos mierda y que apestan a detritus, pero no, ya se empieza a gestar entre la raza superior la fraternidad por lo no seriado y pasar domingos en el desván se ha hecho hasta productivo. Y no, no ha sido la crisis, qué crisis.

Mi abuela tenía una tienda de juguetes durante los 80-90 en Bilbao y aún puedo recordar cosas: el amontonamiento de las cajas, el mostrador lleno de tarros gigantes con pepinillos en vinagre, el regaliz de palo y un escaparate abarrotado de muñecas Cocolisa y Baby Feber. Vale, era un poco de todo, hasta tenía máquinas recreativas ahora que lo pienso. De ese momento a los años 50 en una aldeucha orensana hay un paso considerable, no sólo cuantitativo (Aldea=4 gatos; Bilbao=Zoológico). Con esto quiero hablar de los juguetes que mi padre se fabricaba y que no he conservado (aunque todavía sé que conservo por alguna parte un tirachinas que me hizo en su día y al que vaya si le saqué partido) y que no son precisamente los que reúne la exposición Recordos de xoguete en el Sexto Edificio del Museo de Pontevedra. Son recuerdos de juguetes de niños ricos, algún trompo o peonza o esta especie de marioneta



puede que sí recojan el recuerdo de una infancia de principios de siglo para una gran inmensa mayoría que buscaba entre los mejores maderos el más derecho para su nueva espada. Es una pena que no se hagan exposiciones más plurales, donde ese tipo de juguetes, los manufacturados por unas manos puerilmente intuitivas, tengan cabida. Pero a nadie le interesan las cosas viejas, o no tan viejas; tienen que estar deterioradas lo justo para que parezcan de cuando son, zero manchas y eso sí, nada de muñecas sin ojos. Es paradójico que en una sociedad que lucha contra el envejecimiento surjan este tipo de fetichismos y adoraciones varias por lo entrado en años.



Y ahora en mi casa ya es raro ver cordero en la mesa pero antaño mi madre siempre se apuraba a buscar entre los huesillos las tabas para un juego a modo de dados al que nunca presté mucha atención. En el siguiente enlace explica las normas, que quién quiera, aún está a tiempo de ponerse a coleccionar huesecillos y establecer una alternativa a las tardes futboleras de domingo.


 

Y claro, los recortables & Cía. Esos me cogieron a mi y todavía no me han soltado. Es muy raro encontrar cromos como los de antes, sin pegatina y con purpurina. Cuando era pequeña heredé unos cuantos de mi madre y luego me hice con alguno más pero poca cosa. Los encontré años más tarde en Berlín algo que hacía tan propio, tan español (llevan el made in Germany impreso doy fe):



Los recortables de la expo:




Atentos a los nombres de los presonajes "POCHOLO Y CHOLITA".

En Imaginarium venden hoy por hoy algo muy parecido (Made in Finland, está claro que las muñecas recortables no llegarán a ser símbolo nacional muy a mi pesar), también en papel, algo menos sofisticadas, a un más que módico precio, por si alguno o alguna necesita renovar el armario.

El juguete expuesto más extraño eran tres muñecos orientales que eran un poco las ovejas negras porque entre tanto regionalismo casi patriótico me atrevería a decir, que ese orientalismo del que hacían acopio era casi un insulto. Qué poco español, qué mal gusto...



Y sin duda, de lo expuesto mi preferido, el que ahora me compraría, sería este:



Lo que desconozco es si cada niño de la súper coneja tenía el suyo propio o compartían todos uno. La verdad es que lo de los orinales al pie de cama, uno para cada sujeto, es más que enternecedor.

Gratamente me sorprendió. Os animo a que la visitéis, pero daros prisa porque sólo estará hasta este domingo día 10. Y no me importaría que los Reyes se estirasen con alguno de estos, cualquiera me valdría...

2 comentarios:

  1. Mi querida Silvia, yo que crecí pensando que los reyes magos existian, lo más paradójico, escribia mi carta entusiasmada, la noche de hoy corria por el pasillo de nuestra vieja casa.Dejaba en el rellano de la ventana, turrón y leche para los Reyes, paja y agua para los camellos.

    Muy a mi pesar muchas veces respondían a mis cartas, contandomé que ese año había tenido demasiados pedidos, mis juguetes no iban a llegar, mi primera bici fue la herencia de mi primo que vive en Barcelona, todavía recuerdo como mi madre me tiraba carretera , sujetandome por el sillin, un día miré hacia atrás e iba sóla, ya manejaba aquel trasto viejo.

    Ahora los reyes ya no dejan trastos viejos, ufffffffff que deshonrra!!!!!!!!!! hacia el consumismo imperante que nos toca vivir, cuando llegan los reyes los niños ya están saturados de regalos, un tal Santa Claus, que jamás recuerdo haber oído hablar de él cuando era niña, ya se ha encargado de que los reyes y los juguetes no tengan ninguna importancia.

    Menos mal que este año volvemos tarde a las aulas, cinco días para olvidarse de los juguetes no esta mal.

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  2. Ayer en el super me hizo gracia que la cajera comentase el cabreo que había cogido cuando había llegado a casa de sus suegros y su niño tenía allí 20 regalos esperándole cuando ellos en casa sólo le habían comprado un libro. No sé que pretenden con esas estupideces. Yo siempre tuve un montón de regalos y aprecio el valor de los objetos, sé lo que significa consumir y no tengo ninguna patía reconocida... En fin.

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