Ahí, en Chamberí, viernes 19 por la tarde, con entradas para Roberto Verino, y en el sofá disfrutando de uno de los pocos placeres culturales españoles de los que me siento orgullosa.
Y estaba siendo plácida, la nueva adquisición de Ikea de mi prima ha sido acertada. De telón de fondo el programa de sobremesa de Antena3, del cual no recuerdo nombre y en el que un corrillo de competentes periodistas tanoréxicos se despachaban a gusto con el pene de trapo de la
colección de Mastache.
Había quién se ruborizaba incluso, ya no quiero ni pensar en qué clases de juguetes les toman prestado a sus hijos porque otra conclusión no puedo sacar de sus coloretes. La tacharon de rídicula, absurda, dilapidaria, bueno, una serie de sandeces muy propia del periodismo de élite de este país. Está claro que a este gente no se la tiene en cuenta más que en su casa. Lo peor de todo es que son creadores de opinión, vale que de gente que tiene la desgracia de no tener puntos de vista circulares; el caso es que así se alimenta la educación de la sobremesa, ese momento en el que el cuerpo digiere en el sentido más indigesto de la palabra. Creo que lo digo todo si digo que esa es la clase de gente que va a un museo y se complace de exhalar un eso también lo hago yo y más barato.
Dicho esto decir que era mi primera vez en CibelesFashionWeek y que el habitáculo se me quedaba algo pequeño. Eso de que te peinen, te regalen Cruzcampo (light), te pinten las uñas y te despachen revistas no está del todo mal, dejémoslo en atrezzo, pero hubiera preferido algo más de espacio para cubrir todos los asientos de las invitaciones repartidas (me quedé fuera en American Pérez y para Maya Hansen, la cual me apetecía realmente).
Mis intereses eran más bien otros. El público respondió a mis expectativas. Aunque no pude hacerme con ninguno de los personajes debido a mi todavía discreta malformación fotográfica, sí que puedo hacer una recopilación mix-onírica de pantalones cortos de piernas peludas, mujeres altas de voz ronca buscando asiento cerca, un Vuitton hecho polvo que provocaba mis instintos más delictivos y de un Carlos Díez aclamado por las masas y siempre tan majo.
Mastache, como los grandes, hasta el fin de la pasarela, algo que me encantó, con un par. Por un momento pensé que no iba a girar y que iba a salir del recinto straight ahead sin parar hasta Gallaecia, eso lugar a donde todo el mundo viene a ponerse ciego de marisco de criadero artificial o traído de Francia.
De Carlos Doblas poco puedo decir. Su colección era una etapa que cualquiera que hemos estudiado en Esdemga pasamos en 1º. Un aporte afectivo cero, materiales de segunda, calzado de Zara traído directamente de la tienda y un fuerte cheiro al que podría ser su amamantador, David Delfín.
Hoy por hoy me siento tan orgullosa de ser una parva paletiña galega... Sólo decir que el anterior Ego lo ganó una chica Esdemga y que el reciente 2010, uno de los diseñadores es licenciado por la misma facultad que la doña que escribe. Aldea, verde y gaitas. Será eso que nos hace tan tan...