26/12/09

Soboer japonés

Un capítulo de Shinchan en castellano no tiene ni p... gracia. Aún así llevaba días queriendo ver uno tras acabar de leer Tokio Blues. Novergian Wood de Murakami. De Japón no precisamente me fascinan los kimonos ni el manga. Hace años que quiero ir para sumergirme en la contrariedad. De mi puedo decir que una impostura caprichosa me arrastra a todas partes y a ninguna. Puede que esto me ligue a la cultura japonesa sin querer queriendo. El caso es que creo que es uno de esas historias sobrevaloradas, el libro no es para tanto y es comprensible el impacto en un adolescente prepúbere: narración de sexo explícito, relaciones tormentosas, fragilidad y vulnerabilidad adolescente, mucho suicidio (algo tan japonés)... A pesar de ello no puedo obviar las sencillas descripciones de paisaje y naturaleza, momentos que he apreciado gratamente en una historia totalmente predecible, más que nada, porque todos los adolescentes japoneses parecen avocados a una vida frustrante, alcohólica y ensimesmada que empiezo a percibir como un estereotipo vomitivo que me llega por veces.

Y la gracia del capítulo de ayer es que iban 4 niños por las calles de Kasukabe hablando a cerca de las pruebas de primaria de acceso a una escuela de élite del país (la mejor). Cada fragmento de cada capítulo se me presenta como una joya digestiva de la paradoja japonesa para un espectador occidental aunque su autor la concebiera para el público de su país. Y esto nos llega de uno de tantos productos japoneses que invaden nuestra cartera visual. Porque sí es verdad que Japón ha vivido mucho años inmersa en una contradictoria asimilación de lo foráneo como auténtico y destrucción de la propio como respuesta al progreso. Viendo Kasukabe desde el GoogleMaps no parece habitable.

Más allá de lo que Nobody Knows de Koreeda pudo compungirme en su momento, la atracción por lo sesgado sigue siendo más que fatal. El que el creador de Shin Chan se despeñase a escasos metros de la cima un día de senderismo no deja de alimentar mi curiosidad sensacionalista en parte, que no dudo en reconocer, pero consciente de que cualquier dato, de la índole que sea, es necesario para tener una visión total de cualquiera que sea la historia.


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